La instalación se enmarca en una investigación en torno a los saberes materiales premodernos, los sistemas simbólicos vegetales y las formas de transmisión popular asociadas al territorio de Cáceres. No parte de la representación de una leyenda concreta, ni busca construir una narrativa cerrada. En lugar de ilustrar un mito, esta obra adopta las lógicas estructurales de los mitos mismos. La fuente no enuncia una historia: se comporta como una red simbólica donde el tiempo, la materia y el entorno actúan como agentes activos de transformación.

La instalación consiste en una estructura autónoma que actúa como una fuente contenida. En su interior se disponen injertos vegetales, sostenidas por un entramado metálico de tubos huecos por donde circula el agua y sujetan las piezas. Aquí, la luz no es tratada como símbolo solar, ni como condición ambiental, sino como fuerza interna de transformación. No hay iluminación. Hay cristalización. No hay imagen. Hay reverberación.






